Llegamos a Santo Domingo, tuvimos una gran bienvenida. Nos montamos en la «guagua» de las hermanas, largo viaje hasta Anse-à-Pitre. Cruzamos la frontera, con miedo, empezaban las dudas y millones de preguntas. Cuando conseguimos entrar a Haití, nos esperaba otra bienvenida, la que nos arrancó unas lágrimas de emoción mezcladas con miedo y desconocimiento.
Empezamos a vivir en Anse-à-Pitre, a conocer a la comunidad, a hacer preguntas a sus gentes, a tocar el hambre, palpar la desnutrición, sentir el polvo, vivimos la muerte a pie de calle, valoramos sus escuelas, su sanidad, su educación… Entonces comenzamos a entender a la gente del pueblo.
Convivimos y nos cruzamos con personas llenas de luz, que se han dado a los demás, las hermanas, asociaciones, escuelas, personas que decidieron dejar su vida acomodada para servir, para plantar una semilla en un desierto y dejarla brotar, y ahora empiezan a recoger sus frutos.
Allí escuchamos a nuestra contraparte, las hermanas, gran labor la que desempeñan, se dan a los demás de una forma que no se puede explicar, hablan el kreyol de la humildad, de la paz, del sosiego, todo ello poco a poco, escuchando a la comunidad en la que viven, tanto en salud como en educación, pero sobre todo hablan el idioma del AMOR hacia el otro. Una mirada, una sonrisa, una mano en el hombro, un silencio, un acompañamiento…
Han pasado ya varias semanas desde que llegamos a España. La vuelta se hizo cuesta arriba, te viene otra oleada de preguntas, dudas, te planteas cómo un mundo puede tener tantos millones de realidades diferentes, entonces el voluntariado te toca el corazón, y te lo toca de una forma especial, porque empiezas a vivir aquí de otra forma. A ver con otros ojos, te empuja a seguir al pie del cañón con Karit.
Y es que en este último post de voluntariado me gustaría agradecer a Karit la gran labor que hace, merece totalmente la pena vivir los proyectos con las personas que luchan día a día por el «con poco… mucho». Merece la pena hacer el curso de voluntariado y dejar que Karit te empape de esa humildad y discreción.
Ahora el trabajo está aquí, en trasmitir lo que hemos vivido allí. En compartir esta nueva mirada.
Gracias, mil gracias








No voy a comentar nada… hago mía toda tu reflexión. Quiero copiar una frase «hablan el kreyol de la humildad, de la paz, del sosiego, todo ello poco a poco, escuchando a la comunidad en la que viven, tanto en salud como en educación, pero sobre todo hablan el idioma del AMOR hacia el otro» No hay más. Son creyente, me enamoré un día de Jesucristo y con mis infidelidades diarias aquí sigo, queriendo responder a tanto amor que Él me da. Me gustaría hablar cada día ese ‘kreyol’ del que hablas, hacerlo realidad aquí, con mis alumnos, con mis hermanos de comunidad, con los jóvenes, con las personas que entran en contacto conmigo… Un ‘idioma’ que lo cambia todo, que lo hace nuevo todo, que se entiende con el corazón, que comienza por escuchar y termina por el darse, que comienza con el darse y termina por el recibir más de lo que uno había imaginado. Es un idioma que todo el mundo entiende, que a nadie deja indiferente, que no necesita traducción… es el AMOR. No un amor ‘ñono’, sino un amor de entrega y exigencia con uno mismo, de denuncia de la injusticia y fidelidad a la dignidad de la otra persona, de unión y entrega al otro como hermano que es y con el que se comparte historia y destino… Un amor no de momentos sino de proyecto compartido, de detalle y cambio, de compromiso y de lugar privilegiado para el otro… (menos mal que no quería compartir). Lourormar gracias, mil gracias por el este texto maravilloso.
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