Vivir en comunidad… GRACIAS.

Una de las cosas más positivas que valoramos de nuestra experiencia de voluntariado, quizás sea el hecho de poder vivir en comunidad.

Y eso es posible gracias a nuestra contraparte, las Hermanas Carmelitas… No nos abren sólo su casa, sino sus vidas y sus corazones… Su testimonio es clave para nosotros.

Este año hemos tenido la suerte de compartir con la comunidad de las Hnas en Ansa-A-Pitre. Una casa de puertas abiertas, una casa en medio del pueblo, una casa donde nunca sabes cuantos seremos en la mesa, una casa generosa y dispuesta, con el coche siempre a punto de arrancar, disponible y con fuerza… Convivir con las Hnas Niurka, Inés e Yvonne, ha sido una bendición… por la que estamos muy agradecidos.

“Vivir en obsequio de Jesucristo” hecho realidad… Vivir y compartir, pelear y soñar, luchar y no rendirse… rezar en lo cotidiano, cada día… estar en la tierra y con la gente… estar con ellos y ser con ellos… ellos y ellas, ese pueblo haitiano que tanto necesita de signos de esperanza… No preocuparse de una mancha en la ropa o unas arrugas sin planchar, sino preocuparse de las arrugas del alma, las que de verdad importan. Dejarse de nimiedades, ir al fondo, preocuparse y celebrar la VIDA cada día… Decir SÍ.

Hay que valer para ello, hay que ser fuerte y querer estar con la gente de verdad. Dispuesto a todo, a DARSE TODO.

GRACIAS Hnas… GRACIAS querida Hna Niurka, por tu testimonio. GRACIAS Hna Inés y Hna Yvonne…. de corazón. Estamos AHÍ con vosotras. MIL GRACIAS.

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Si la educación es de calidad, la sombra de cualquier árbol es la mejor escuela.

“Si la educación es de calidad, la sombra de cualquier árbol es la mejor escuela” esta frase me la dijo la hermana Niurka una mañana de camino a Pakadoc.

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Para nosotros/as ese techo de chapa, esas paredes de telas y ese suelo de tierra fue nuestra mejor escuela durante nuestro campo de trabajo en Haití.
De los dos campamentos educativos que realizamos, uno de ellos fue en Pakadoc.
Pakadoc es un campamento de refugiados informal que se instaló a las afueras de Ansa à Pitre a raíz de la expulsión masiva de haitianos que vivían en la República Dominicana.
En el año 2015 el gobierno de República Dominicana público una ley de regularización de inmigrantes (ley 169-14) donde miles de haitianos fueron forzados a abandonar el país ya que no tenían papeles que demostraban que estaban trabajando allí, ni que sus hijos habían nacido en ese país.
A esto tenemos que añadir la gran oleada de racismo que se vivía en el país utilizando la violencia para que los haitianos se marcharan.
Miguel que vive en Pakadoc desde 2016 nos contaba que tuvieron que huir porque amenazaron a su familia con quemar la casa donde vivían en República Dominicana y vieron cómo pegaban a sus vecinos. Allí dejó a su pareja y a su hijo al que no puede ver porque sería inmigrante ilegal si cruzara la frontera de nuevo.
Eduard que tiene unos 25 años nos contó que él nació en República Dominicana y su hermanos pequeños también. Pero que su padre no supo dónde hacer los papeles para pedir la nacionalidad. Aunque eso también era un arma de doble filo ya que la Constitución haitiana no permite la doble nacionalidad.
Cuando volvieron a Haití no hablaban muy bien creole y mucho menos francés y tampoco consideraban suya la tierra donde tuvieron que instalarse. Ellos también cruzaron la frontera de manera forzosa, ilegales, por la montaña y con el miedo metido en el cuerpo al ver cómo les amenazaban y pegaban en el país vecino.
En el año 2015 llegaron unas 3000 familias que se hacinaron en aquel lugar llamado Pakadoc (cuya traducción al castellano es “parque regalo”). Al poco de instalarse allí hubo un brote grande de cólera y fue en ese momento donde la ayuda internacional intervino y empezó a mandar comida y a realojar a las personas en casas a lo largo de todo el país.
La gente local con la que hablamos decía que solo se dio dinero para cubrir los gastos de 6 meses y “que el tanto de la reubicación se lo sumó el presidente de Haití en año electoral”. Pero cuando se acabó el dinero y la gente no encontraba otra salida laboral, volvieron a cruzar la frontera.
Actualmente viven unas 40 familias en condiciones de pobreza extrema. No hay agua, ni luz, ni ningún tipo de servicio cercano. Tan solo una pequeña iglesia evangelista que actualmente se utiliza también de escuela.
Desde hace un año las hermanas hacen la comida para 82 niños y niñas que asisten a esa escuela porque el nivel de malnutrición era muy elevado.
La escuela se mantiene económicamente gracias a un doctor español y al padre Julián que envían dinero desde España.
En ese espacio tan reducido se dividen en tres grupos y se dan diferentes niveles a la vez. No es una escuela formal donde puedan titular, pero al menos los niños y niñas están a la sombra, recogidos en un lugar y hacen algo que no sea ver la vida pasar y tirar piedras.
Después de estar un mes allí todos los días las hermanas han valorado mejorar el estado educativo de esos pequeños. Seguro que el próximo año veremos cambios.
En definitiva Pakadoc es un lugar desolador, donde para delimitar las casas y las calles hay alambrada, el suelo es seco, polvo en el ambiente, niños y niñas corriendo sin ropa, los animales paseándose a sus anchas, los burros cargados de carbón y madera que traen desde la montaña, gente con rostros de cansancio y tristeza y las casas hechas de plásticos, ramas de palmeras, ropa vieja y telas.
Pero a pesar de ese paisaje desolador, las pequeñas sonrisas que a veces esbozaban los niños y niñas iluminaban de esperanza aquella tierra marrón.

 

 

Morir en la frontera

De este mes en Anse-À-Pitre nos quedan muchas vivencias que podríamos contar. Algunas no queremos dejarlas pasar por alto. Y aún estos días, desde España ya, intentaremos compartir…

Si crees firmemente en que el acceso a la salud es un derecho humano, te “hervirá la sangre” si vives y sientes que no es así para todos y todas en todas partes…

Si tienes fácil acudir a un médico cuando estás enfermo o adquirir unos medicamentos que alivien tu dolor, eres de los más privilegiados de la tierra…

Si puedes viajar de un sitio a otro sin problema, sin que te separe un muro o una valla por frontera, sin que una puerta te cierre el paso a ese derecho de moverte, de buscar una salida, una mejoría para tu familiar enfermo, una luz para la vida o si quiera una brizna de dignidad para la muerte… seguramente podríamos decir que tienes mucha suerte. Aunque a veces no nos demos cuenta.

La vida en Anse-À-Pitre no es fácil. El Dispensario Santa Teresita de las Hermanas Carmelitas es una maravillosa luz para la población hoy día. Pequeña, pero luz. En esta población de unos 39.000 habitantes, sólo había un Hospital, muy cerca de la valla que le separa de Pedernales (población más cercana, de Dominicana ya). Es un hospital público. Dice realizado por el Ministerio de Salud Haitiano, y con ayuda de cooperación americana. Está bastante equipado… Pero podríamos decir que no funciona. No hay personal. En el paritorio hay algunas incubadoras todavía precintadas… Cuando lo visitamos las salas estaban vacías absolutamente, y la enfermera que nos atiende, pensando que somos “americanos” nos cuenta las “alabanzas de su funcionamiento”, muchos turnos de personal, formación en salud todos los días frente a una gran pantalla de plasma, todo el mundo con su cartilla de vacunaciones… No cuadraban sus argumentos con la soledad, desidia y vaciedad que estábamos viendo… No cuadra frente a un paisano que se nos acerca a la salida, y nos dice que es “mentira”, que está esperando que atiendan a su mujer desde las 7 de la mañana, y son como las 7 de la tarde… No funciona.

Hay otro hospital cercano, el hospital de Pedernales… Al otro lado de la valla. Hecho con fondos de la cooperación española, de la Junta de Andalucia. Parece que para la población haitiana, pero construido en tierra dominicana. Algo inexplicable, como tantas cosas… Allí los haitianos que consiguen llegar, tienen que pagar para ser atendidos, y rezar para que les pille con la puerta de la frontera abierta… O sea, de 8 de la mañana, a 6 de la tarde.

Si es más tarde, no habrá piedad. No hay coche que cruce esa puerta. Dos países separados por 90 pasos, un pequeño puente, un rio seco, dos puertas tremendas y en medio una “tierra de nadie”… Tanta seguridad y sin embargo, no detectan un “pequeño agujero” en una de las vallas, por donde algunos pueden pasar, siempre que sea andando…  Si no vas por tu propio pie, estás perdido.

Lo vivimos… Lo vimos. Vimos a una mujer de 28 años, con 5 hijos esperándola en casa, y un marido y una madre desesperados en un coche, intentar cruzar la frontera cercana la hora del cierre de la puerta. Ya la habían atendido hacía días en Dominicana y la habían desahuciado… Iba a morir y la mandan a casa… Pero ¿en qué condiciones? Os aseguramos que sin ninguna dignidad. Se estaba ahogando, y quizás sólo hacían falta unos cuidados paliativos que le permitieran “irse” tranquila, descansar… No abrieron la puerta en la frontera. No llegó al hospital de Pedernales. Por la noche, a las 4 de la mañana, falleció.

Nuestras enfermeras y la doctora del dispensario la habían atendido por la tarde en su casa como pudieron, y con el mayor de los cariños, pero no había medios suficientes…  

Sentimos lo que era “morir en la frontera”. En tierra de nadie.  Sentimos la impotencia y la rabia… Y desde KARIT, queremos levantar un “Grito de Paz” para que, los que levantan muros, los tiren de una vez. Para que, los que se creen “dueños del mundo”, abran sus puertas y permitan que vivamos en PAZ en un mundo de HERMANOS.

Unos días antes, también sufrimos otra pérdida. Un niño de 7 meses, que pesaba unos 3 kilos. Un caso de desnutrición severa, entre los muchos y muchos que se ven en la zona. Una vergüenza para la humanidad… “morir de hambre”. Su abuela, impasiva “aparentemente” ante tanto dolor, vino con sus otros dos nietos. Los seguimos de cerca durante una semana. Su hija falleció, y ella se encontró de pronto, al cargo de 3 nietos y sin nada que ofrecerles. Vivían en una casita de telas y cañas en Pakadoc. Vinieron de lejos buscando ayuda… Para el más pequeño fue tarde. Después de mucho pelear, cruzarlo a Pedernales, medicarlo e intentar alimentarlo, su cuerpo no aguantó. Su mirada se nos grabó para siempre. Y la de su hermana, de unos 4 años, quizás todavía más. Al hermano mayor, de unos 6 años, aún podíamos sacarle una sonrisa con alguna distracción. A la pequeña Lobsony era difícil. Muy difícil.

La mañana que madrugamos para llevar al niño a Dominicana a hacerle una transfusión, como último intento, ya fue tarde. Había fallecido, curiosamente también a las 4 de la mañana.

Ese pequeño, esa mujer joven… y tantos y tantos otros, son vidas que se pierden injustamente.

Celebremos la vida, cada día. Busquemos la dignidad de la persona, cada día. Luchemos contra esa lacra del hambre, cada día. Derribemos muros absurdos, cada día.

Hambre Cero. Salud para todos y todas. En todas partes.

No nos olvidemos de HAITÍ… NUNCA.

MIRADAS DESDE EL CORAZÓN

Sus miradas, esas miradas que salían desde lo más hondo de su corazón y que se clavaban en lo más profundo del nuestro.

Sus sonrisas, esas sonrisas que conforme se dibujaban en sus rostros, se contagiaban en los nuestros.

Su realidad, esa realidad tan cruda e intensa que ha trasformado la manera en la que nosotros hoy por hoy comprendemos la nuestra.

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Estuvimos, reímos, lloramos y compartimos cada segundo de nuestro tiempo. Vivimos mil historias y vimos mil rostros. Hoy nos quedan todas y cada una de las fotografías mentales que podíamos ir haciendo mientras que paseábamos por aquellos barrios. Nos separan ahora mismo 7133km pero gracias a esas fotos dentro de mis recuerdos, hoy tengo el poder de cerrar los ojos y con el corazón estar allí.

Pero, aunque ahora nuestro lugar es este, no por ello nos quedaremos quietos, es aquí y ahora donde debemos continuar con todo aquello que comenzamos allí. Ahora le ponemos nombre y rostro a cada acción, ahora nuestra lucha es más fuerte, tiene la fuerza haitiana.

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En mi primera entrada dije que volaríamos alto, pero realmente hemos volado raso, muy raso. Hemos volado tan raso que durante un mes fuimos uno más de ellos… y ellos uno más de nosotros para SIEMPRE.

Llegada a Santo Domingo

Viernes 24 de agosto

Ya estamos en Santo Domingo.
Desde que cruzamos la frontera nos parece increíble que dos países separados por tan sólo unos pasos puedan diferenciarse tanto. Volvemos a ver edificios, calles asfaltadas, coches, gente vestida… Volvemos a nuestro mundo, pero ya no resulta tan fácil, ahora hemos visto y hemos vivido otra realidad y no nos la sacamos de la cabeza.

Nunca nos imaginamos que esta experiencia nos iba a aportar tanto. Ha sido un mes muy intenso, con sus momentos buenos, pero también con momentos muy duros que nos han hecho aprender que, muchas veces, la realidad supera la ficción.

A pesar de todo, en nuestra maleta nos llevamos muchos nombres y muchas caras que, aunque no sabemos con certeza si las volveremos a ver, sí sabemos que no las vamos a olvidar. Del mismo modo que no olvidaremos sus sonrisas y el amor que hemos recibido, porque ese amor ya forma parte de nosotros y nos ha marcado.

Nosotros que estábamos preocupados por el idioma y resulta que todos hablábamos el mismo: el idioma del amor.

Los últimos…

Miércoles 22 de agosto

Comenzamos a notar que esto se acaba y hacemos fuerzas para vivir todos los detalles con mucha intensidad. Empiezan los últimos días, las últimas veces que hacemos algo. Hemos estado preparando las fiestas de despedida. Invitaciones, bailes, canciones, carteles y decoración. Todo para un día especial. Mañana jueves hemos invitado a los padres para que acompañen a sus hijos en el centro nutricional y en el campo de refugiados y hagan de público, el mejor público que podían tener.

No nos hemos dado cuenta, pero desde que pensamos por primera vez en esta locura llevamos viviendo muchos de estos “últimos”. La última vez que sentimos los nervios de viajar a un sitio donde no sabíamos qué nos íbamos a encontrar. El último día que tuvimos miedo de cruzar la frontera. La última vez que descubrimos la nueva casa de las hermanas. El último momento en que nos sentimos desbordados por no poder comunicarnos bien con los niños. La última vez que no pudimos saber qué es lo que le dolía a un paciente en el dispensario.

Creo que los momentos solo ocurren una vez, aunque los repitas. Lo que estamos sintiendo ahora no volverá a suceder de la misma manera. Aquí y ahora, están sucediendo cosas que nunca van a repetirse. Incluso puede que muchos de esos momentos caigan en el olvido. Todos tendemos a ponernos tristes por esto, pero creo que deberíamos sentir una alegría inmensa. Somos buscadores de momentos que transforman nuestras vidas. Todos los momentos terminan, pero dejan una huella que hace que busquemos momentos similares en otros contextos. Estamos viviendo muchas “últimas veces” aquí en Anse-à-pitre pero que seguro hacen que encontremos muchos momentos especiales en nuestras casas.

Últimos momentos con los últimos, los más necesitados, los olvidados, los hambrientos, los tristes, los sucios, los de la calle, los enfermos, los niños, los ancianos, los que necesitamos de cariño y caricias. Estoy convencido que vamos a ver muchos de estos últimos en nuestra vida cotidiana. No hablarán Kreol ni correrán descalzos por las piedras pero seguro tendrán las mismas necesidades.

Es un privilegio tener un superpoder, poder ver aquello que otros no ven, poder transmitir aquello que otros no son capaces, sacar una sonrisa a aquellos que otros no son capaces. Somos personas privilegiadas pero no por tener más, sino por vivir con menos.

Hambre

Según la ONGd «Acción contra el hambre» la palabra “hambre” se refiere al estado general de carencia de alimentos e inseguridad ali­mentaria que afecta a todos los grupos de población. La desnutrición es el resultado fisiológico del hambre y/o la enfermedad y se manifiesta en un amplio déficit de macro y micro nutrientes.
Me pregunto cuantos de nosotros hemos sentido alguna vez la sensación de tener hambre. Tal vez, la confundimos con ganas de comer. Hemos «adoptado» esa palabra en nuestro «primer mundo» dándole significados que difieren mucho de la realidad. La palabra hambre es sinónimo de desesperación, de lágrimas, de enfados…de dolor…

En Ansa-a-Pitre, sus vecinos se levantan cada día con un objetivo principal, encontrar la comida necesaria para ese día. Las familias (de 8-12 miembros) luchan cada vez que sale el sol para traer algo de comer a casa, el trabajo escasea, la comida es poca y muchas las bocas que alimentar.
Hemos vivido situaciones inimaginables, siendo testigos de la lucha para conseguir comida. Hemos mirado a los ojos a los niños/as que comen una sola vez al día y son miradas que nos estremecen por dentro, nos encogen el alma…
El hambre es amargo en Pakadoc (campo de refugiados) donde el calor es el dueño del terreno, donde las telas unidas improvisan hogares entre la tierra, los animales y la nada más absoluta, y aquí el hambre arrasa como un huracán. Sin piedad azota a los más débiles e indefensos, un hambre que llega hasta el final… Podemos reflexionar mucho sobre por qué pasa esto hoy en día, sobre por qué las Naciones Unidas no hacen nada para remediarlo, podemos enfadarnos y hacer que nuestros gritos nos dejen sin voz, pero el hambre no terminará… Tal vez debamos reflexionar, pensar cómo nos alimentamos en nuestros países, pensar en cuánta comida tiramos, en cuánta comida de verdad necesitamos… Tal vez el cambio venga desde nuestras vidas. Actualicemos nuestro diccionario, aprendamos que el hambre es real, que el hambre existe, que mata personas, que mata niños… Entonces quizás algún día podamos soñar que con poco podamos comer todos.

Derechos humanos.

Llevamos dos semanas en Haití y no paramos de hacernos preguntas por todo, cada vez que miramos a nuestro alrededor. 

Aquí no hay trabajo, las casas son de telas,esteras y madera, realmente no sabemos lo que come la gente, ni cuando come, no hay huertos, no se planta.. Las tierras nos están trabajadas hay grandes campos de plásticos y basura. 

Cuando les preguntas a alguien  como estas te responden «pas pi mal»,  algo así como regular. No hemos encontrado a nadie que nos diga bien. 

La gente mira la vida pasar y hemos vivido de cerca que el hambre mata.  

¿Realmente la Declaración de los derechos humanos es válida para todos los países?  

Han pasado 70 años desde aquellos famoso 30 artículos y aquí en Anse-a-Pitre podríamos decir que no se cumple casi ninguno.  

Para argumentar esto he seleccionado algunos artículos aunque podría describirlos todos.  

Articulo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos.  

Aquí la gente no es libre,  viven entre dos fronteras, el mar y una cadena que les separa de República Dominicana y ese hecho hace que no puedan vivir con dignidad,  ya que las medidas abusivas fronterizas no permiten que fluya un comercio Haití- República Dominicana y no se generan ingresos ni una economía que pueda nutrir al país de trabajo para su gente.  

Articulo 13. Todas las personas tienen derecho a salir de su país.  

Cruzar la frontera es tarea ardua. El cruzarla o no, no tiene unos criterios claros.  Hay días que dejan pasar a cuentagotas, días que hay que dar algo para que te dejen pasar y días que la frontera está cerrada sin motivo aparente ni comunicación previa.  

Artículo 21. Todas las personas tienen derecho a  participar en el Gobierno de su país. 

Según la Constitución del país las elecciones son cada 4 años en noviembre.  Hay veces que no se cumple y lo peor de todo es que la gente está desesperanzada y  no confía que la política pueda cambiar su situación. Cada vez hay más candidatos que son más cantantes que candidatos con un proyecto politico.  Vota muy poca gente en el país y otra gran parte no tiene ni la tarjeta de identidad con lo cual no tienen el derecho de hacerlo.  

Artículo 23. Todas las personas tienen derecho a un trabajo. 

¿Trabajo?  El poco que hay es agrícola pero del otro lado de la frontera.  Donde haitianos van a cultivar plátano, yuca, patata y caña de azúcar.  Y vuelven a sus casas andando después de una jornada dura al sol y muy mal pagados.  

Otra salida laboral es la venta de (pp) ropa de segunda mano que viene donada desde cualquier punto de Europa y aquí genera un gran negocio para unos pocos.  

Y otro trabajo, si se puede llamar así, es la quema de árboles para generar carbón vegetal.  Trabajo mal pagado, duro y causante de muchos conflictos y enfermedades.  

Artículo 25. Maternidad y lactancia.  

La mayoría de muertes es materno infantil.  No hay ningún tipo de seguimiento durante el embarazo y el momento del parto va en manos de la suerte.  

No saben de cuantos meses estan,  si hay alguna complicacion, si son gemelos…  Las mujeres paren en sus casa y si hay complicaciones tiene que cruzar una frontera que a veces no abre y tienen que pasar por la montaña si les da tiempo.  

Hemorragias,  infecciones y malnutrición son grandes causantes de muerte,  muertes evitables al 100%.

Artículo 26. Derecho a la educación.  

El 95% de la educación es privada.  Aunque la vendan como pública siempre hay que pagar.el Estado paga tarde y mal a los maestros funcionarios (7 meses de retraso más o menos ).  Así que hay colegios públicos donde los padres pagan para pagar a maestros ya que no llegan los del Estado. 

En Anse-a-Pitre en los mejores casos va un niño por familia a la escuela y al terminar el Liceo si quieren estudiar en la Universidad tienen que pasar del lado dominicano.  

También hay muchas» Escuelas» No regladas.  Cada iglesia Evangelista tiene una escuela sin maestros cualificados (educadores o lideres de la comunidad) donde los niños y niñas pasan las mañanas pero no siguen ninguna ley educativa a nivel nacional.  Más bien es adoctrinamiento… 

Y así podríamos seguir analizando todos los artículos y ver que este país está olvidado por todos,  que vemos que no se cumplen los derechos humanos y miramos hacia otro lado.  

¿Dónde se quedó ese Lema de que Haití somos todos?  

Aunque parezca derrotista, en el mundo hay muchos Haiitis olvidados.  

Y para eso estamos aquí, para eso somos Karit y queremos denunciarlo con nuestros «gritos de paz».  

 

 

Equipo Haití

Llegamos hace una semana y tres días a Ansè-a-Pietre. Esta semana ha sido intensa, tanto a nivel profesional como personal. Hemos vivido situaciones que nos han dejado huella, nos han hecho viajar a los márgenes. Pero después de cada jornada, tenemos la suerte de formar equipo. Llegar a casa, sentarnos con nosotros mismos, con el resto de voluntarios y con las hermanas, y hacer todo esto nuestro.

Llega el fin de semana y podemos compartir más, hablar más, reorganizar la semana, hacer tareas de hogar y así crear más vínculo entre nosotros.

También podemos compartir momentos de fe con el resto del pueblo. Crear pequeños espacios llenos de significado, como ha ocurrido esta tarde en el refugio.

Recargamos pilas, nos echamos unas risas, paseamos por el pueblo, conocemos a su gente. Nos adentramos en Anse-à-Pitre. Seguimos planteándonos muchas preguntas.

Vamos a comenzar la semana, ¡vamos a dejar de cavilar y a…ANDAR!